El cultivo de papa (Solanum tuberosum) se desarrolla a condiciones óptimas cuando cuenta con temperaturas de 15 a 20 °C y con una humedad relativa entre 40 y 50%, pero en regiones que la humedad relativa supera el 60%, éste se vuelve susceptible a enfermedades fúngicas, bacterianas y virales.
El triángulo de la enfermedad en la producción agrícola reúne conceptualmente las tres condiciones favorables para que se genere una afección fitopatológica. Estas son: la presencia en su forma activa del agente patógeno, un huésped susceptible (la planta) y las condiciones ambientales predisponentes.
Las altas exigencias hídricas del cultivo en combinación con la necesidad de una humedad relativa ambiental baja hacen necesaria la aplicación de un riego suplementario sumamente controlado. Toda práctica de riego evita el estrés hídrico en las etapas críticas de la planta y disminuye su susceptibilidad al ataque de patógenos.
En cuanto al sistema agua-suelo, el cultivo de papa requiere un laboreo que integre una mirada conservacionista pero que asegure a la vez una correcta aireación y un buen drenaje. En coherencia con ello es necesario una aplicación de riego precisa y oportuna ya que los excesos provocan una disminución en la aireación en la rizósfera e inconvenientes asociados a pudriciones blandas por bacteriosis, lenticelosis, sarna negra y común, pudrición seca, tizón tardío, tizón temprano y virosis como PVY, PVX, PLRV y TSWV.
Los patógenos que producen estas alteraciones requieren condiciones de hojas mojadas o alta humedad relativa durante un periodo prolongado y temperaturas bajas para favorecer su desarrollo.
Conocer el funcionamiento de nuestro equipo de riego y su configuración es determinante sabiendo que el agua de riego es un diseminador de agentes patógenos por lo que resulta imperioso el buen manejo de la aspersión en cuanto a su cinética y tamaño de gota.
Una aplicación de riego defectuosa puede ser la puerta de entrada de patógenos de difícil control, como rhizoctonia solani, o alternaria solani que se diseminan e invaden el cultivo rápidamente.
La pluviometría y la buena calibración del equipo son factores que influyen de forma directa en la calidad del riego. Los difusores empleados deben formar una gota con el tamaño adecuado para llegar al blanco sin permanecer demasiado tiempo ni coalescer sobre el follaje, evitando el efecto de hoja mojada que es una condición predisponente para que las enfermedades se desarrollen.
Evitar desperfectos en la máquina de riego también es otra pauta de manejo a tener en cuenta, los encharcamientos durante periodos de baja temperatura durante la tuberización pueden costar la producción de una campaña. Atender el equipo ante una falla en el avance mientras riega, asegura disminuir las posibilidades de encharcamiento y sus posteriores consecuencias sanitarias.
Sabiendo que una planta vigorosa reduce el ritmo de avance de las enfermedades, es posible tomar medidas destinadas a estimular el vigor a través del uso de semillas de buena calidad, y programando buenas practicas culturales como ser: